¿Quiénes eran los discapacitados que mataron los nazis?

05/May/2017

Deutsche Welle, Por Brigitte Osterath

¿Quiénes eran los discapacitados que mataron los nazis?

Los nazis asesinaron a 300.000
discapacitados. Cerebros de víctimas de la eutanasia reposan aún en institutos
de investigación. La Sociedad Max Planck busca identificar a las víctimas y
devolverles su dignidad.
Los archivos de la Sociedad Max Planck en
Munich guardan un macabro secreto: cerebros cortados milimétricamente y
perfectamente etiquetados; algunas pruebas en plaquetas de vidrio otras en
formol. Estos son cerebros, o partes de ellos, de víctimas de los nazis.
Humanos asesinados porque padecían alguna enfermedad mental o discapacitados
que fueron declarados por la política de Adolfo Hitler como “no dignos de
la vida”.
En el llamado programa de “Eutanasia
T4” los nazis mataron a unas 300.000 personas, incluyendo niños. “Sus
cerebros fueron llevados a laboratorios para investigar los transtornos
neurológicos”, explica a DW Herwig Czech, historiador de la Universidad de
Viena.
Hasta la década de los setenta,
investigadores de todo el mundo, interesados en conocer la génesis de las
enfermedades mentales, examinaron estas pruebas sin averiguar sobre su macabro
origen. “Nadie cuestionó la conveniencia ética de este trabajo”, dice
Gerrit Hohendorf, historiador de la Universidad Técnica de Múnich.
Tiempos de respeto por la dignidad humana
Ahora, la Sociedad Max Planck quiere
esclarecer este perverso capítulo de su pasado. Un equipo internacional de
investigadores de Alemania, Austria, el Reino Unido y EE. UU. buscarán desde
este mes de junio identificar a las víctimas, gracias a las mismas pruebas
existentes de sus cerebros y los documentos de archivo.
“Sería una falta de respeto continuar
con el uso de tejido humano sabiendo de quienes proviene”, dice Herwig
Czech. “Esto ya no es compatible con las normas éticas de hoy en
día”.
Ya en 1990, la Sociedad Max Planck le dio
sepultira a unos 100.000 restos humanos en el cementerio Waldfriedhof de
Múnich. Estas eran pruebas pertenecientes a víctimas de la eutanasia nazi y
otros perseguidos, como prisioneros de los campos de concentración y trabajos
forzados. En la ceremonia de sepultura el presidente de la Sociedad Max Planck,
Heinz Staab, instó a los científicos a “asumir el respeto por los límites
de la ética en la investigación”.